He aprendido en la práctica que soy un ser humano, que aprendo día a día a ser mamá, y que los conocimientos de terapia que puedo tener, a veces me sirven y a veces no me dan resultado, sobre todo en los momentos de crisis o estrés, que me olvido de todo lo que aprendí y actúo tal cual lo hicieron conmigo. Es algo que he observado repetidamente: en tiempos de tranquilidad y armonía, la Gestalt y todo lo aprendido, puede aplicarse perfectamente, pero cuando hay crisis, emergencias, caos, estrés, mi árbol (genealógico) se impone, y cometo errores. Soy consciente también que por más bien que crea que les estoy haciendo a mis hijos, los voy a herir en algo, ya sea voluntaria o involuntariamente. Que la madre perfecta no existe, y si existe, tal vez esa “perfección” sea la principal causante de las heridas de hijos. Ser una madre gestáltica hace que constantemente esté buscando el equilibrio entre ponerle límites a mi hijo y dejarlo ser. Entre estimularle la imaginación, el teatro, el juego, la creatividad y el restringirle los excesos de energía que rebasan los límites de lo permitido. Es darle permiso para que exprese su rabia, pero hasta cierto punto… sin pasarse de la raya. Siempre tuve la loca idea de que cuando sea madre, iba a ser muy amorosa y que les pondría los límites a mis hijos con mucho amor y armonía, pero en la práctica, me di cuenta de que eso no me funcionaba con mis hijos, porque no me obedecían. Le daba muchas explicaciones de por qué tenía que hacer esto o aquello, y nada, no me obedecían.
Algo que me ha funcionado y me funciona muy bien y que voy mejorando y ampliando, es en un momento del día, dedicarle la atención plena de manera individual, quizás hora de charla en el baño con mi hija mientras ella se baña, donde logramos un momento de intimidad, y a los que ella le puso el nombre “nuestras mejores charlas intimas en el baño”…generando un espacio de dialogo y confianza.
Y con mi hijo, el utiliza un recurso cuando se siente muy enojado, se va a su cuarto, se arma una cuchita con almohadas y se mete ahí dentro. Por un tiempo. Me acerco, le pido permiso para entrar en su mundo, y me quedo ahí en silencio hasta que se genera el dialogo, y es un momento en donde el puede expresar lo que siente, es un momento de mucho aprendizaje para mí, esperar y respetar sus tiempos.
Voy aprendiendo a ser mama cada día, y en cada etapa de mis hijos.
Julieta tiene 10 años y Pedro tiene 8 años.
(libro guía: Ser Padres Gestálticos
21/02/2021